Por Juan Pablo Fernández Izquierdo
Cuando se habla de Europa en ciertos lugares del mundo se la suele tildar como un lugar de grandes oportunidades para quienes se sienten disconformes con sus actuales residencias, pero ¿puede considerarse Europa el futuro o solo vive de las mieles del pasado?
Desde la óptica del individuo que busca una mejor calidad de vida no vamos a encontrar la respuesta, ya que este puede alcanzarla en cualquier punto del globo, sea Nicaragua, Tailandia, Japón o Alemania, dependerá de sus habilidades, las facilidades que les brinde el país donde emigre y la actividad a la cual se dedique.
Ahora bien, en el artículo “EEUU, China y Rusia: el fin de la globalización” se pone sobre la mesa los tres proyectos globales en pugna, y aunque llame la atención no existe ninguno que provenga desde Europa, para Europa. Esto se da por la carencia de poder del viejo continente como una unidad política encuadrada en la Unión Europea o en sus miembros de manera individual. Y es aquí donde se abren las múltiples preguntas que cabe hacerse, ¿por qué no tiene proyecto propio y depende de lo que otros dictaminen? Esta respuesta es simple, carece de poder, pero la explicación es un poco más extensa.
Europa como continente llegó a su pináculo en los años previos a la primera guerra mundial, en estos años Inglaterra era la principal potencia marítima y Alemania la terrestre; también existían en Europa potencias importantes como Francia, Rusia, Italia y el Imperio Austro-Húngaro.Al estallar la guerra entre las principales potencias, el continente se fue desgastando y perdiendo terreno a manos de Estados Unidos y Japón, pero se mantenía un orden global multipolar.
Luego de la segunda guerra mundial, la cual llevó a la destrucción de Europa y la caída de Japón, quedó establecido un orden mundial con dos grandes polos, uno liderado por los norteamericanos y otro por la Unión Soviética. A partir de ese momento Europa empezó a moverse dentro del marco que creaban estas dos potencias.
Estados Unidos desarrolló su estrategia de contención al avance del comunismo con el Plan Marshall logrando reconstruir Europa. Con la caída de la Unión Soviética a principio de los 90 y la instalación de un mundo unipolar (globalización – mundo interdependiente), aparece el auge y la consolidación de las organizaciones internacionales, las cuales crearían las condiciones para resolver los conflictos de manera pacífica. De esta manera Europa termina de consolidarse como un bloque común que le permite a la principales potencias del continente asegurarse un mercado a escala para sus producciones, deslocalizar sus empresas buscando menores costos y comerciar con el resto del mundo, generando un gran desarrollo económico.
Sin embargo en el tiempo de auge económico no existió un proyecto para lograr una mayor cuota de poder por parte de los países europeos al sentirse cómodos con la situación imperante. Fue tal el error que una de las líderes de todo este proceso, Angela Merkel, fue despedida con todos los honores de la función pública y a los pocos meses quedó en evidencia que dejó a Alemania y por ende a toda Europa, en una situación de extrema dependencia del gas ruso, sabiendo la utilización geopolítica de éste por parte de Rusia.
El fin de la globalización y el auge del interés nacional
Friedrich List, el pensador que sentó las bases de Alemania como potencia del Siglo XIX, enseñaba que el poder es más importante que la riqueza, ya que esta última sin poder será fácilmente arrebatada por alguien con poder. Y agregaba: “el poder de crear riquezas es infinitamente superior a la riqueza misma”.
Entonces, si Europa carece de poder para moldear un mundo a su favor ¿puede mantener los estándares de confort de su población? Evidentemente no, ya que carece de poder para mantener el viejo status quo de la globalización que lo favorecía, y los tres proyectos de orden mundial en pugna con capacidad para imponerse, marchan en contramano a sus intereses.
A los procesos de globalización y agendas globales expresadas en las organizaciones internacionales se están imponiendo los intereses y agendas nacionales, lo cual genera cada vez más grietas en la comunidad Europea; solo hace falta ver las discusiones por el gasoducto Midcat entre Francia y España, ya que los franceses buscan obstruir el acceso de gas a Alemania, cortar la posibilidad de enriquecimiento de los españoles con el gas licuado norteamericano y aumentar su influencia a través de la energía nuclear, ahora “no contaminante”, y de la posible llegada de un gasoducto desde Argelia.
Otro proceso importante contrario a los intereses europeos es el de la relocalización de la producción, ya que al primar los intereses geopolíticos, los Estados están impulsando nuevamente la sustitución de importaciones y las cadenas de valor nacionales y regionales. Y si bien hay empresas que están volviendo a Europa, otras están relocalizándose buscando mayores ventajas competitivas, como lo están haciendo importantes empresas de fertilizantes, acero y otras materias de base industrial, trasladándose principalmente a EE.UU., debido a los altos costos energéticos europeos, lo cual achica las posibilidades de reestructurar cadenas de valor en el viejo continente.
Esta situación lleva a Europa a disminuir su capacidad de generar riqueza, requisito que List suponía fundamental para el progreso de una comunidad. La recesión ya llegó, y el problema es que lejos de ser coyuntural, es sistémica, causada por carecer del poder suficiente para defender su posición. Ningún proceso político es irreversible, sin embargo para poder recuperar el espacio perdido, Europa deberá volver a ser lo que tanto odia: Europa.

Muy buena reseña Licenciado. Felicitaciones.
Excelente reseña histórica sobre lo que fue y lo que, deliberadamente, debería volver a ser Europa para “reconstruirse”
Ahora me pregunto, cuales nuevos paradigmas trajo al mundo actual, la sobre potenciación permitida por el mundo a países como Estados Unidos. No hablo económicamente, sino en cuanto a la influencia que puede producir con su poderío actual sobre los medios de comunicación masivos, manejos de ideales, incluso nuevas corrientes políticas y sociales.